Del papeleo al propósito: el verdadero rol de la tecnología en programas sociales
Muchas organizaciones han modernizado sus procesos… pero, ¿qué pasa con la experiencia de quienes reciben el servicio?
Mayuri Mendoza
3/20/20252 min leer

Del papeleo al propósito: el verdadero rol de la tecnología en programas sociales
Muchas organizaciones han modernizado sus procesos… pero, ¿qué pasa con la experiencia de quienes reciben el servicio?
Del papeleo al propósito: el verdadero rol de la tecnología en programas sociales
En los últimos años, muchas organizaciones sociales y programas de servicios humanos han comenzado a incorporar tecnología para automatizar sus procesos internos: formularios digitales, gestión de casos, generación de reportes automáticos, bases de datos inteligentes, entre otros.
Y aunque esto es un gran avance en eficiencia, surge una pregunta necesaria:
¿Qué pasa con la experiencia de la persona que recibe la atención?
Porque al final del día, ella —el joven, la madre, el migrante, la familia— es la razón de ser de cualquier programa. Y sin embargo, muchas veces sigue siendo atendida bajo modelos genéricos, con metodologías rígidas, poco atractivas, y en muchos casos, basadas en paradigmas de hace décadas.
La tecnología puede y debe ponerse también al servicio de la persona atendida, no solo del sistema. Aquí te comparto 3 formas prácticas de lograrlo, con impacto real y humano.
1. Automatizar procesos sí… pero para liberar más tiempo de conexión humana.
La tecnología bien utilizada no debe alejar al profesional de la persona, sino acercarlo. Automatizar tareas administrativas (reportes, seguimientos, agendas) permite que el tiempo del profesional esté mejor invertido en escuchar, acompañar y construir relaciones significativas.
¿Te imaginas si la mitad del tiempo dedicado al papeleo pudiera destinarse a conversaciones, mentoría o diseño de estrategias personalizadas?
El objetivo no es solo hacer más rápido el trabajo interno, sino abrir más espacio para el vínculo humano.
2. Ofrecer experiencias personalizadas y motivadoras al usuario final.
Muchos programas sociales usan materiales genéricos, poco dinámicos y que no conectan con la realidad de quienes los reciben. Hoy, la tecnología permite adaptar los contenidos, las metas y las herramientas al perfil y necesidades de cada persona, incluso en tiempo real.
¿Por qué los jóvenes deben seguir llenando hojas con preguntas de reflexión como en 1995? ¿Por qué no usar plataformas interactivas, con avatares, notificaciones, contenidos visuales y lenguaje adaptado a su generación?
Personalizar no significa complicar. Significa cuidar la experiencia del otro.
3. Gamificación con propósito: motivar sin infantilizar.
Integrar elementos de juego no es solo para entretener, sino para activar la motivación, el sentido de logro y la autonomía. Usar puntos, retos, niveles, recompensas simbólicas o visuales puede hacer que un joven o padre se comprometa más con su propio proceso.
Pero esto debe hacerse con ética y claridad: el juego no reemplaza la intervención, la potencia.
Un adolescente que ve su progreso reflejado como si fuera parte de un videojuego puede comprometerse más con sus metas. Lo importante es que ese progreso sea real, medible y acompañado.
Tecnología con propósito, no solo eficiencia.
Digitalizar procesos está bien. Hacer más con menos recursos es necesario. Pero no perdamos de vista lo más importante: la experiencia transformadora de la persona que está al otro lado.
Hoy tenemos la oportunidad de hacer que la tecnología no solo nos ayude a llegar más lejos, sino también a llegar mejor.
Más conectados. Más actualizados. Más humanos.
La transformación digital en los servicios humanos no debe enfocarse únicamente en la organización. Debe empezar por preguntarse:
¿Cómo puede esta herramienta mejorar la experiencia de quien más la necesita?
Mayuri Mendoza
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