Migrar y criar: doble desafio
Mayuri Mendoza
10/24/20242 min leer

Migrar y criar: doble desafío.
Cómo enfrentar la crianza entre idiomas, culturas y ausencias
Migrar y criar: doble desafío
Migrar no solo implica empacar maletas y comenzar de nuevo. Para quienes somos padres, migrar significa también reinventarnos en la crianza. Nuestros hijos no solo están expuestos a un nuevo idioma y cultura, sino que muchas veces lo asimilan más rápido que nosotros. ¿El resultado? Padres e hijos que viven en mundos distintos bajo el mismo techo.
1. Desfase cultural entre padres e hijos.
Uno de los primeros desafíos es el choque cultural. Mientras los niños se adaptan al nuevo entorno escolar, formas de socializar, e incluso al idioma, los padres podemos quedar en una zona de transición más larga. Esto crea una brecha que a veces dificulta la comunicación o genera conflictos: “¿Por qué quieres hacer eso si en nuestro país no es así?”
2. La culpa y el duelo migratorio.
Muchos padres sienten culpa por sacar a sus hijos de su entorno familiar o por no poder brindarles la misma estabilidad emocional o económica que antes. A esto se suma el duelo migratorio: lloramos en silencio lo que dejamos atrás, incluso mientras sonreímos para ellos. Esta montaña rusa emocional puede afectar nuestra paciencia, presencia y conexión con nuestros hijos.
3. Falta de redes de apoyo.
En nuestros países de origen, la abuela, la vecina o la tía podían cuidar a los niños mientras salíamos a trabajar. Aquí, todo se hace más difícil. La crianza se vuelve solitaria, especialmente si no tenemos familiares cerca o si la comunidad no habla nuestro idioma.
4. Barreras idiomáticas y burocráticas.
Cuando no dominamos el idioma, la escuela, el sistema de salud o los servicios sociales pueden convertirse en un laberinto. A veces nuestros hijos deben ser nuestros traductores, invirtiendo los roles y agregando presión innecesaria a su desarrollo.
5. La doble identidad de nuestros hijos.
Nuestros hijos crecen entre dos mundos: el hogar y la sociedad. Muchos intentan encajar, incluso si eso implica negar sus raíces. Como padres, queremos que se integren, pero sin perder su identidad. Esta tensión puede generar confusión, rebeldía o inseguridad en ellos… y frustración en nosotros.
¿Cómo acompañar mejor a nuestros hijos en este proceso?
Escuchar sin juzgar: Nuestros hijos viven una realidad diferente a la que nosotros conocimos. Validar sus emociones es el primer paso para conectar.
Mantener nuestras raíces vivas: La lengua materna, la música, las historias familiares y las tradiciones pueden ser puentes de identidad, no barreras.
Buscar comunidad: Unirse a grupos de apoyo, iglesias, programas comunitarios o actividades extracurriculares puede ayudarnos a sentirnos menos solos.
Educarse y adaptarse: Aprender sobre el nuevo sistema, mejorar nuestro inglés y conocer los derechos de nuestras familias es empoderador.
Cuidarnos también a nosotros: No podemos criar desde el agotamiento permanente. Cuidar nuestra salud mental es parte de cuidar a nuestros hijos.
Conclusión
Criar en otro país es uno de los mayores actos de valentía y amor. Aunque enfrentamos desafíos únicos, también tenemos la oportunidad de criar hijos resilientes, biculturales y orgullosos de su historia. No estamos solos en este camino. Migrar no borra nuestras capacidades como padres, solo nos pide que las transformemos.
Mayuri Mendoza
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